La cita conquense es de las que lleva décadas celebrándose, y sigue siendo un referente por tradición, público y recorrido. Para este año, se había dispuesto una prologo de cuatro kilómetros en los alrededores de la capital manchega en la tarde del viernes y una especial de 250 para el sábado que se repetía el domingo. Hasta ahí, todo normal. Con lo que no se contaba era con el temporal que fue verdaderamente virulento en la primera pasada al tramo largo y en buena parte del segundo, lo que convirtió el avance de los vehículos en toda una epopeya. Afortunadamente los inscritos eran de los amantes de la especialidad y disputaron la competición bajo unas durísimas condiciones mecánicas y sobre todo personales sin desfallecimientos, siendo las mecánicas las que provocaron la totalidad de abandonos salvo alguna que otra hipotermia. Destacar también el esfuerzo de los miembros de la organización y del público por qué no era fin de semana para estar en la calle y menos aun en el monte. En coches, Miguel Ángel Domingo-Santiago Juarranz, calcaron su actuación tipo, prologo correcta y en carrera a mejorar participando con su fiel Mitsubishi Montero. Lo hicieron ya que se acostaron líderes el sábado. El domingo administraron su ventaja y se hicieron con una merecida victoria, que en meta catalogaban como muy complicada por la tensión sufrida.
Darío García-Enrique Salmerón, pelearon por la victoria muchos kilómetros, superaron caídas a zanjas, la pedida de la tracción delantera durante buena parte del domingo y la salida a un sembrado del que parecían eternamente atrapados, pero debieron conformarse con el segundo puesto a bordo de su Bowler.
El podio lo completo el primer equipo local, David Moya-Israel Yepez, que muy retrasados el primer día fueron a mejor con el paso de los kilómetros llevados en volandas por una afición que les coreaba en cada curva cuando veían pasar su Mitsubishi Montero.
Cuarto y último coche en alcanzar la meta la Toyota Hilux de Víctor Verdú-Alfonso de Miguel, quienes llevaron a cabo todo un ejercicio de supervivencia ya que hicieron la práctica totalidad del tramo largo los dos días con el limpiaparabrisas averiado. Sufrieron golpes y salidas del camino por la falta de visión y estuvieron acercándose peligrosamente a superar el tiempo máximo permitido para realizar el recorrido, pero finalmente metieron su coche en el parque cerrado final en la Hípica de la capital conquense.
Los buggies ligeros hicieron mejores tiempos que los coches, pero tuvieron peor vida. Cada día desde el primer charco, estaban calados, el barro entraba en el habitáculo a su gusto y los vehículos exteriormente eran irreconocibles. Lo peor, era que las pantallas de los cascos integrales y las gafas de los abiertos dejaban de cumplir su función por la suciedad acumulada. Miguel Ángel Valero-Jaqueline Ricci, aparcaron (echándolo de menos por ser cerrado) su prototipo habitual, para subirse a un Can Am. Pese a que había rodado con él, no estaban cómodos, sobre todo por no estar acostumbrados al tarado blando de suspensiones que llevaba. En carrera fueron siempre muy regulares, estando siempre en puestos de podio consiguiendo hacerse con la victoria pese a ser el piloto el más afectado por el barro en los ojos, necesitando atención médica durante un buen rato en la meta.
Sus compañeros de equipo Enrique Reyes-Daniel Conde, se mantuvieron en los mejores cronos, pero rompieron dos poleas de trasmisión de su Can Am, perdiendo mucho tiempo y sus opciones de victoria.
Federico Mogni-David Aguado volvieron a sacar el máximo partido a su Polaris, con neumáticos usados todo el fin de semana al fallar su proveedor, se defendieron como gato panza arriba, a que volcaron en la prologo y estuvieron dos días remontando, siendo los que más barro acumulaban al perder los guardabarros delanteros. Cerrar el podio de la categoría fue su recompensa.