FRONTERA ENTRE HUNGRIA Y RUMANIA.
DESCUBRIR, CIUDADES Y PAISAJES INTACTOS. Por Enrique Sancho. Un total de 3.000 kilómetros nos separan de nuestro destino, que pasa por alcanzar desde la frontera pirenaica, Marsella, Milán, Venecia, Graz, Viena y Budapest. Necesitaremos entre dos y tres días para llegar. Hungría es algo restrictiva a la hora de circular con nuestro 4×4, pero Rumania tiene total permisividad, estando aun muchos núcleos urbanos unidos por vías sin asfaltar. Son destinos seguros, debiendo tener las precauciones lógicas que tomamos en las grandes ciudades. Nuestro coche deberá contar con material de desatasco, ya que si hacemos el recorrido en tiempo invernal, el barro y la nieve nos pueden complicar las cosas. Cuando cada Comunidad, cada región, cada pueblito se muestra celoso de sí mismo y no quiere compartir sus encantos con nadie más, cuando políticos ridículos exaltan lo que les diferencia de los otros en lugar de valorar lo que les une, cuando, en fin, en los viajes organizados resulta imposible visitar un pueblo, a pocos kilómetros de otro, solo porque está en otra región y no toca, se agradecen iniciativas como la que han puesto en marcha la zona oeste de Rumania y el este de Hungría, a las que ocasionalmente se une la región autónoma de Vojvodina en Serbia, que no se han llevado muy bien precisamente a lo largo de la historia, pero que ahora están poniendo en marcha proyectos comunes, entre ellos la promoción turística de toda la región sin importar las fronteras. El proyecto, que recibe el nombre de los cuatro ríos que atraviesan la región, Danube-Kris-Mure?-Tisza, es tan bueno que cuenta con el patrocinio de la Unión Europea. En realidad aunque la idea parece nueva, hay más de 75 eurorregiones similares, alguna desde 1972 y también alguna que afecta hasta a seis países. España participa con Francia en la llamada Eurorregión Pirineos Mediterráneo desde 2004, en la Eurorregión Galicia Norte, entre Galicia y el norte de Portugal, creada en 2008 y en la Eurorregión Espacio Atlántico, junto con Francia, Reino Unido, Irlanda y Portugal desde 1999. El viaje por la zona sin fronteras entre Rumania y Hungría llevará a ciudades señoriales como Timisoara, Arad o Szeged, a pequeños y grandes monasterios ortodoxos, a recogidas bodegas que hacen deliciosos vinos o a lugares que unen tradición, naturaleza, artesanía y deportes, como el espectacular Ópusztaszer National Heritage Park. La Barcelona rumana Un buen lugar para comenzar el recorrido, sobre todo porque tiene aeropuerto internacional con vuelos directos desde España, es Timisoara, que algunos llaman la Barcelona rumana aunque poco de su fisonomía recuerda a la Ciudad Condal. Se trata, más bien, de su vocación industriosa, de su permanente pugna con la capital Bucarest y también de ciertos lazos históricos con un grupo de catalanes que se estableció aquí a comienzos del siglo XX dando un gran impulso a la ciudad. Lo que sí tiene en común con Barcelona es su carácter cosmopolita. Su situación a pocos kilómetros de la frontera húngara y todavía más próxima de la vecina Serbia la han convertido en un hermoso ejemplo de convivencia entre distintas poblaciones. En su grandiosa plaza de la Victoria, rodeada de grandes y monumentales edificios de estilo Secesión y con un amplio espacio verde en el centro, destaca el Teatro Nacional que en realidad son tres: uno alemán, otro húngaro y, por supuesto, el rumano. Justo enfrente se encuentra la Catedral Metropolitana, un alto edificio en ladrillo decorado con cúpulas y agujas con motivos geométricos que en su interior acoge el Museo de arte religioso con una bella colección de iconos de madera y cristal. Las escaleras que llevan al pórtico recuerdan cada día, con una pintura roja que se renueva con frecuencia, la masacre que cometieron las tropas de Ceauçescu contra la multitud tras el alzamiento que se inició aquí en diciembre de 1989 que provocó la caída del dictador. En la fachada de la iglesia están inscritos nombres y retratos de algunos mártires desaparecidos durante el movimiento popular. En el centro de la plaza, entre las terrazas animadas hasta la madrugada y parterres de flores, se alza una columna que sustenta una reproducción de la Loba Capitolina, con Rómulo y Remo, regalo de la ciudad de Roma y recuerdo del nombre que lleva el país. Otro lugar imprescindible en la ciudad es la Plaza de la Unión, una de las más hermosas de toda Rumania, una amplia superficie ajardinada y peatonal rodeada de edificios barrocos con fachadas en vivos colores y muy decorados. Como en muchas plazas de Europa, preside la zona central una columna de la Trinidad, monumento erigido en 1740 en agradecimiento por haberse salvado de la peste. Otros edificios recuerdan también aquí la vocación multicultural de Timisoara; apenas unos metros separan la vicaría y la catedral serbio-ortodoxa de la catedral romano-católica y no muy lejos, en una calle próxima, está la sinagoga. Camino a Hungría De camino hacia la zona húngara vale la pena hacer dos paradas, una en la pequeña ciudad de Lipova, a poco más de 30 kilómetros de Timisoara y otra en la aún más pequeña Jimbolia. En la primera sorprende la arquitectura del bazar de tiempos de la dominación otomana (siglo XVII) con grandes arcadas sustentadas por ocho poderosas pilastras cilíndricas y decorada con platos de cerámica esmaltada. El tiempo parece haberse detenido en las pequeñas tiendas que ahora ocupan el viejo bazar. Y los precios también, por poco más de medio euro venden las litronas de buena cerveza rumana, que, por cierto, aquí son de dos litros y medio. El edificio más singular de la ciudad es, naturalmente, religioso. Se trata de la biserica catolicä, imponente iglesia de estilo barroco, con un bello altar de mármol de Carrara. Próximo a ella se encuentra un monasterio ortodoxo dedicado a la Dormición de la Virgen y construido en varias etapas desde 1338. Como en todas las iglesias ortodoxas son impresionantes sus numerosos iconos de todos los tamaños y motivos. La visita a Jimbolia, a solo 5 kilómetros de la frontera con