mayo 1, 2020

Todas las noticias de mayo 1, 2020 en el mundo del 4x4

dakar

Archivo. Dakar 2004 para un privado I. El segundo de Javier Herrador llegando a la capital de Senegal.

Recordamos en tres capítulos las vicisitudes de el equipo formado por Javier Herrador y Vanessa Canseco durante su participación en la edición vigesimosexta de la carrera. Por Javier Herrador. Creo que mi experiencia este año en  la XXVI edición del Dakar podría titularla “EN EL UMBRAL DEL DOLOR”. Es curioso comprobar como cuando uno tiene que hacer un esfuerzo por encima de lo normal para conseguir algún objetivo, el resultado no se disfruta tanto. Cualquier meta que nos fijemos debe requerir el esfuerzo justo. Tengo que reconocer que este año Patrick Zanirolli acabó física y psicológicamente con nosotros. Es difícil describir la sensación que une sufre cuando en la mayoría de las etapas a las 3 horas de haber tomado la salida tan sólo llevas completados escasos 100 kms. y sabes que quedan otros 700 kms. Esto, un día tras otro acaba con la paciencia y la resistencia de cualquiera. Me gustaría hablar además del aspecto deportivo, del aspecto humano de la carrera. En la edición anterior del Dakar como muchos recordarán, mi participación fue con tan poco presupuesto que no contraté asistencia ni transporte de material en ningún camión. Este año, el presupuesto creció un poco pero tan sólo dio para alquilar el espacio suficiente en un camión de Tibau para los neumáticos, algo de repuesto y las bolsa con ropa, tienda y sacos de dormir. Es obvia la diferencia pero no quiero referirme a eso, quiero explicar lo gratificante e importante que llega a ser contar con unas caras conocidas en el campamento que te están esperando y que cada mañana al partir te desean toda la suerte del mundo. Creo que en ese sentido el equipo de Tibau formado por Antonio, Bea, Momo, David, Rafa y Luis ha sido un ingrediente necesario para poder llegar a Dakar. Por ello me gustaría me permitieseis un pequeño consejo a aquellos que estén pensando en participar en próximas ediciones, y no es otro que incluir esta partida como obligatoria en vuestro presupuesto. Para empezar a narrar mi Dakar me gustaría centrarme en los problemas que hemos tenido, que creo que es de lo que todos aprendemos, y si contarlo aquí ayuda a alguien habrá merecido la pena. Los primeros problemas empezaron en la etapa que cubría Er Rachidia-Ourzazate, primero los neumáticos elegidos, unos BfGoodrich no se comportaron nada bien en la dunas de Merzouga, problema que solucionamos a la llegada del campamento montando a partir de ese momento y hasta el final del Rally unos Pirelli Dak, más conocidos como Dakar, pero que por razones de copyright han cambiado ligeramente su nombre. El segundo gran problema y crónico el resto de la carrera fue el filtro de aire. Debido a la falta de tiempo antes del Dakar para entrenar en Marruecos por no tener finalizado el vehículo, no pudimos comprobar que la ubicación de la caja original del filtro de aire de nuestro Toyota, así como la toma de aire estaban colocadas de tal manera que facilitaba la entrada de arena en cantidades verdaderamente preocupantes, hasta al punto de tener que desmontar caja y limpiar filtro hasta en diez ocasiones en una misma etapa. He llegado a oír a pilotos con muchos Dakares a su espalda que el pre dakar, es decir desde febrero a diciembre, es el 80% de la carrera, quizá pueda parecer exagerado pero al menos nos ha hecho reflexionar sobre el reparto de prioridades, ya que nos centramos mucho en los 18 días de la carrera y a veces dejamos de lado los entrenamientos y preparación que evitan que tengamos que abandonar el Dakar por la ya famosa llamada juventud en los coches. Hay también dos personas de las que no me puedo olvidar, y no me refiero a olvidar mencionarlas, me refiero a olvidar que fueron  protagonistas compartidos en el hecho no sólo de haber terminado esta edición si no también de haber conseguido la segunda posición en T1 Diesel. Me refiero a Galán y Adolfo el equipo canario que sirvió de una gran ayuda en muchos sentidos que más tarde ampliaremos, pero quiero hacer especial hincapié en la gran experiencia que fue para mi compartir muchos kilómetros y muchas decisiones juntos. Recuerdo especialmente una, Tidjikja-Nouakchott, se hace de noche y el libro de ruta indica que nos acercamos a un Erg, minutos antes empezamos a ver una verdadera caravana  de coches y camiones en dirección contraria, paramos a un camión y le pedimos explicaciones, su respuesta fue que era imposible pasar, que se daban la vuelta para intentar buscar otro paso. Decidimos continuar y poco tiempo después somos testigos de una situación dantesca, en la entrada al Erg varios coches parados sin atreverse a continuar, nos asomamos a pie y observamos una verdadera piscina gigante de arena flanqueada por docenas de luces que dejaban ver coches y camiones totalmente atascados en una zona de dunas que parecía ser el último obstáculo antes de la meta, la cual se encontraba a unos 250 kms. Para asegurarnos que realmente era casi imposible flanquear el paso de dunas de noche, decidimos adentrarnos a pie, y comprobar personalmente como a pocos metros empezaba una verdadera montaña rusa de arena blanda y pisoteada cuyas dunas dibujaban una larga hilera de gigantes subidas y bajadas en forma de V pronunciadísima que hacían imposible coger la carrerilla suficiente en la bajada para afrontar la subida con éxito. Cuando uno se encuentra ante una situación de este tipo, donde estás seguro que intentarlo puede significar no terminar el Dakar, es muy difícil tomar una decisión, pero por suerte con la ayuda de otro equipo parece que la responsabilidad se reparte y es más fácil decidir. Así que lo que decidimos fue intentar rodear el Erg por la derecha, una aventura que resulta tremendamente arriesgada cuando la falta de luz te impide comprobar las dimensiones del Erg. Pero con pies de plomo y con Galán delante sorteamos todo el Erg en algo más de 30 minutos, sin casi pisar una sola duna.

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Archivo. Dakar 2004 para un privado I. El segundo de Javier Herrador llegando a la capital de Senegal.

Recordamos en tres capítulos las vicisitudes de el equipo formado por Javier Herrador y Vanessa Canseco durante su participación en la edición vigesimosexta de la carrera. Por Javier Herrador. Creo que mi experiencia este año en  la XXVI edición del Dakar podría titularla “EN EL UMBRAL DEL DOLOR”. Es curioso comprobar como cuando uno tiene que hacer un esfuerzo por encima de lo normal para conseguir algún objetivo, el resultado no se disfruta tanto. Cualquier meta que nos fijemos debe requerir el esfuerzo justo. Tengo que reconocer que este año Patrick Zanirolli acabó física y psicológicamente con nosotros. Es difícil describir la sensación que une sufre cuando en la mayoría de las etapas a las 3 horas de haber tomado la salida tan sólo llevas completados escasos 100 kms. y sabes que quedan otros 700 kms. Esto, un día tras otro acaba con la paciencia y la resistencia de cualquiera. Me gustaría hablar además del aspecto deportivo, del aspecto humano de la carrera. En la edición anterior del Dakar como muchos recordarán, mi participación fue con tan poco presupuesto que no contraté asistencia ni transporte de material en ningún camión. Este año, el presupuesto creció un poco pero tan sólo dio para alquilar el espacio suficiente en un camión de Tibau para los neumáticos, algo de repuesto y las bolsa con ropa, tienda y sacos de dormir. Es obvia la diferencia pero no quiero referirme a eso, quiero explicar lo gratificante e importante que llega a ser contar con unas caras conocidas en el campamento que te están esperando y que cada mañana al partir te desean toda la suerte del mundo. Creo que en ese sentido el equipo de Tibau formado por Antonio, Bea, Momo, David, Rafa y Luis ha sido un ingrediente necesario para poder llegar a Dakar. Por ello me gustaría me permitieseis un pequeño consejo a aquellos que estén pensando en participar en próximas ediciones, y no es otro que incluir esta partida como obligatoria en vuestro presupuesto. Para empezar a narrar mi Dakar me gustaría centrarme en los problemas que hemos tenido, que creo que es de lo que todos aprendemos, y si contarlo aquí ayuda a alguien habrá merecido la pena. Los primeros problemas empezaron en la etapa que cubría Er Rachidia-Ourzazate, primero los neumáticos elegidos, unos BfGoodrich no se comportaron nada bien en la dunas de Merzouga, problema que solucionamos a la llegada del campamento montando a partir de ese momento y hasta el final del Rally unos Pirelli Dak, más conocidos como Dakar, pero que por razones de copyright han cambiado ligeramente su nombre. El segundo gran problema y crónico el resto de la carrera fue el filtro de aire. Debido a la falta de tiempo antes del Dakar para entrenar en Marruecos por no tener finalizado el vehículo, no pudimos comprobar que la ubicación de la caja original del filtro de aire de nuestro Toyota, así como la toma de aire estaban colocadas de tal manera que facilitaba la entrada de arena en cantidades verdaderamente preocupantes, hasta al punto de tener que desmontar caja y limpiar filtro hasta en diez ocasiones en una misma etapa. He llegado a oír a pilotos con muchos Dakares a su espalda que el pre dakar, es decir desde febrero a diciembre, es el 80% de la carrera, quizá pueda parecer exagerado pero al menos nos ha hecho reflexionar sobre el reparto de prioridades, ya que nos centramos mucho en los 18 días de la carrera y a veces dejamos de lado los entrenamientos y preparación que evitan que tengamos que abandonar el Dakar por la ya famosa llamada juventud en los coches. Hay también dos personas de las que no me puedo olvidar, y no me refiero a olvidar mencionarlas, me refiero a olvidar que fueron  protagonistas compartidos en el hecho no sólo de haber terminado esta edición si no también de haber conseguido la segunda posición en T1 Diesel. Me refiero a Galán y Adolfo el equipo canario que sirvió de una gran ayuda en muchos sentidos que más tarde ampliaremos, pero quiero hacer especial hincapié en la gran experiencia que fue para mi compartir muchos kilómetros y muchas decisiones juntos. Recuerdo especialmente una, Tidjikja-Nouakchott, se hace de noche y el libro de ruta indica que nos acercamos a un Erg, minutos antes empezamos a ver una verdadera caravana  de coches y camiones en dirección contraria, paramos a un camión y le pedimos explicaciones, su respuesta fue que era imposible pasar, que se daban la vuelta para intentar buscar otro paso. Decidimos continuar y poco tiempo después somos testigos de una situación dantesca, en la entrada al Erg varios coches parados sin atreverse a continuar, nos asomamos a pie y observamos una verdadera piscina gigante de arena flanqueada por docenas de luces que dejaban ver coches y camiones totalmente atascados en una zona de dunas que parecía ser el último obstáculo antes de la meta, la cual se encontraba a unos 250 kms. Para asegurarnos que realmente era casi imposible flanquear el paso de dunas de noche, decidimos adentrarnos a pie, y comprobar personalmente como a pocos metros empezaba una verdadera montaña rusa de arena blanda y pisoteada cuyas dunas dibujaban una larga hilera de gigantes subidas y bajadas en forma de V pronunciadísima que hacían imposible coger la carrerilla suficiente en la bajada para afrontar la subida con éxito. Cuando uno se encuentra ante una situación de este tipo, donde estás seguro que intentarlo puede significar no terminar el Dakar, es muy difícil tomar una decisión, pero por suerte con la ayuda de otro equipo parece que la responsabilidad se reparte y es más fácil decidir. Así que lo que decidimos fue intentar rodear el Erg por la derecha, una aventura que resulta tremendamente arriesgada cuando la falta de luz te impide comprobar las dimensiones del Erg. Pero con pies de plomo y con Galán delante sorteamos todo el Erg en algo más de 30 minutos, sin casi pisar una sola duna.

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