Museo. Torre Loizaga. La guarida de los Rolls Royce más exclusivos. También hicieron campo.
loEmpecemos por el principio. Miguel de la Vía, comienza en 1984 la restauración y reconstrucción de una torre defensiva del siglo XIV situada en la localidad vizcaína de Galdames. No se paró ahí, sino que le dio continuidad con la construcción de un recinto amurallado y diversas dependencias para dar al lugar un toque de autenticidad, perfecto. Paralelamente llevaron a cabo el desbroce y acondicionamiento de los accesos por carretera, algo que celebraron todos sus vecinos. Por otro lado, tenía una gran afición a los vehículos británicos de la marca Rolls Royce. Adquirió una primera pieza, como casi capricho, para posteriormente hacerse con la segunda y la tercera. A partir de entonces, lo vio claro. Se propuso tener la mayor colección posible de coches de la marca. Mejor intención imposible. Todo han sido búsquedas, restauraciones, reparaciones, etc. hasta conseguir tener nada menos que cuarenta y cinco unidades de Rolls, incluyendo en el tiempo desde piezas primitivas hasta que la marca fue adquirida por BMW, a las que acompañan otros treinta de diferentes marcas y épocas, todos ellos atractivos y exclusivos. En la imagen un Lamborghini Countach LP 5000, que se utilizó en el Rally Montecarlo de Clásicos como parte de la caravana de seguridad. En varios barracones, se encuentran las bellezas británicas en perfecto estado colocados por épocas. Cabe recordar que en los primeros años de fabricación, Rolls enviaba a sus clientes solamente el chasis con el motor, el radiador y la parrilla delantera. Posteriormente eran carroceros locales los que terminaban el trabajo por lo que se puede afirmar que no hay dos iguales. Desde un principio hubo acabados pensados para rodar fuera del asfalto, sobre todo en competición. Los Rolls Royce Alpin, estaban además pensados para rodar por caminos, fácilmente identificables por no disponer del “Espíritu del Éxtasis” en la parte superior del radiador, pieza que sustituían por un termómetro para comprobar de forma instantánea la temperatura del motor. En aquella época, los reglamentos no permitían abrir las tapas del capó que cubrían la mecánica, por lo que una solución así era perfecta para tener controlado el buen funcionamiento del propulsor. No todas las piezas se pintaban y en algunos casos la batalla era ampliada para mejorar la estabilidad. Un hecho irrefutable les dio la razón con su modelo Phantom IV, y es que era perfecto para rodar en zonas desérticas, ya que por mucho que se forzara su motor, nunca se calentaba. De los dieciocho que se construyeron en sus seis años de producción en la década de los cincuenta, la mitad acabaron en países de extremo oriente. El Sah de Persia tuvo tres y el que pertenece a la colección fue del Gobernante de Kuwait, siendo también el tercero de los que adquirió. Algunos clientes de Rolls, se aventuraron a “camperizar” sus adquisiciones, con acabados pensados para viajes y excursiones. Maletas para equipaje y cestos para viandas estaban a la orden del día. En este modelo, en el respaldo de los asientos delanteros se construyó un mueble a medida para instalar…!un gramófono! Así cualquier picnic garantizaba el mejor de los ambientes. Pese al inmejorable estado, desde el museo que se mantiene sin la más mínima ayuda institucional, se tiene puesto en marcha un completo sistema de mantenimiento de todos y cada uno de los vehículos expuestos en el ultimo barracón disponible acondicionado como taller. Es sin duda una visita imprescindible para todo buen aficionado, aunque no sea mucho de clásicos y de históricos y por supuesto una buena excusa para cualquier club de 4×4 que quiera poner Las Encartaciones como destino. Sera bien recibido con visita privada y personalizada. Para informarse, la web del museo es: www.torreloizaga.com