Prueba. 700 kilómetros con el KIA Niro e. El coche, bien. Las infraestructuras, una ruina.
Y es que la experiencia en cuanto al trato que reciben los coches eléctricos en nuestras carreteras y ciudades no puede ser más desoladora. Pero vayamos por partes. El Kia Niro, es un SUV pensado para llegar a mucho público, no existe versión 4×4 pero en cuanto a propulsión la oferta, es de las que no tiene parangón en el sector. Para acabar de convencer, se puede adquirir con motor térmico, híbrido y 100% eléctrico, que es el que hemos tenido la ocasión de probar. Lo recogimos con 13589 kilómetros y más de 400 de autonomía. Exteriormente, disfruta de una carrocería pensada para gustar a muchos. Línea moderna, cinco puertas portón trasero y carrocería elevada. A nivel práctico, no está pensado para sacarlo del asfalto, pero la digna altura libre siempre le pondrá por delante de cualquier turismo. Exteriormente, los detalles en azul y los emblemas característicos son lo único que le diferencian de sus hermanos de gama. Destaca la falta de entradas de aire en el frontal, que es donde se encuentran las tomas de corriente, tanto convencional como rápida. Para alimentarlas, disponemos de dos cables que se encuentran en el maletero. Uno es convencional, con un testigo de carga. El otro es industrial, con mayor grosor y más capacidad de paso de electricidad. No tienen mucha longitud, por lo que salvo que tengamos cargador cerca, habrá que usar alargadera. Interiormente, el coche es cómodo y con más espacio del que pudiera parecer en un principio. Los asientos delanteros envuelven de forma correcta y no cansan con el paso de los kilómetros. Los traseros permiten viajar con espacio a dos adultos, que perderán comodidad caso de ser cinco los ocupantes. Sitio suficiente para las piernas para las piernas, más de lo que pudiera parecer en un principio. Una vez al volante, llama la atención el mando que nos permite ponernos en marcha. Adelante, atrás y pausa. Nada más. Lo arrancamos y parece que no hemos hecho nada consecuencia de la absoluta falta de ruidos. Nos movemos como cualquier otro coche, eso sí con la garantía de que no habrá problemas si nos metemos en el centro de cualquier ciudad que tenga restricciones a los vehículos más contaminantes. Cuando nos vemos con posibilidades, aceleramos a fondo y el coche literalmente se catapulta, la aceleración es de deportivo y pone a prueba otros elementos mecánicos como la dirección o las transmisiones que sufren para afrontar las prestaciones que ofrece el propulsor. Este da 204 caballos en base a unas baterías LG de 64kWh. Estamos rodando con el modo Sport que es el más alegre, pero tenemos también el modo normal, el Eco y el Eco+, este ultimo pensado para ahorrar energía, quedando desconectados si los activamos la climatización y el aparato de música. Para ahorrar, también podemos jugar con las levas del volante que retienen más o menos el coche en bajadas y cuando llaneamos, lo que se traduce que en la práctica el cliente final, sacara partido al Kia Niro con el paso del tiempo y su adaptación. Dinámicamente, se muestra ágil y estable, ya que el tarado de suspensiones es más duro como consecuencia del aumento de peso y el centro de gravedad queda más bajo al ir las pesadas baterías en el fondo del coche. Lo devolvimos con 14252, 663 después y con más de 70 de autonomía. EN LA PRÁCTICA, UNA ODISEA. Desde nuestro domicilio, el cable no llega hasta el coche, ni con alargadera, por lo que abusamos de la confianza de un vecino para que nos deje su garaje y así poder recargar, ya que estamos alrededor de la mitad de la autonomía máxima disponible tras un día de uso intenso. Nuestra intención es hacer un viaje asequible a nuestra autonomía por lo que decidimos acercarnos a la Siberia Extremeña a poco más de doscientos kilómetros de casa. Carretera variada y saber que íbamos a ser bien recibidos nos animo a la empresa. Salimos de Madrid, con la carga a tope, rozando los 440 kilómetros de autonomía, cuatro ocupantes y mucho equipaje, disfrutando de un viaje sin ruidos, cómodo y satisfactorio para todos. Llegados a Herrera del Duque, haciendo como primera parada la entrada del la Iglesia de la Virgen de la Consolación de la localidad pacense, recorrimos algunas calles hasta dejando el coche en espera de ser cargado. Encontrar un enchufe amigo no fue fácil, ya que la gente recela argumentando que cargar el coche les puede quemar la instalación, disparar el consumo y demás reparos que surgen ante lo desconocido. Tuvimos que agradecer la intervención del Club local Transiberiana 4×4, que nos consiguió el punto tan buscado. Pusimos el coche con alrededor de 70 kilómetros de autonomía a cargar, y lo primero que nos pasó, es que los plomos no aguantaban y el diferencial saltaba al minuto de enchufar el coche. Conseguida una mejor toma de luz y una alargadera, a las 21 horas nuestro Niro cargaba plácidamente. La sorpresa vino a la hora de recogerlo, ya que tenía alrededor del 30% de carga. La vuelta se complicaba, y es que al disponer de poca carga, esta se complica. Deberíamos marcarnos etapas y así nos presentamos según anunciaban las webs especializadas en el campo de golf de Palomarejos en Talavera de la Reina. Llegados a las instalaciones, ya escasos de autonomía, se sorprendieron por la petición, mas aun cuando les enseñamos varias webs con mapas de puntos de recarga donde aparecían y además con uno rápido disponible. Búsqueda de otro “enchufe”, siendo el más cercano el anunciado en el centro comercial de la localidad toledana. Nos encontramos con dos puestos, uno de los cuales no funcionaba. Enchufamos el coche y nada. En un cartel aparecía un teléfono, que tras varias llamadas nadie cogía, por lo que nos dirigimos a buscar algún responsable del edificio. Tras recorrer pasillos desiertos, encontramos personal de limpieza, quienes llamaron a miembros de la seguridad del edificio, quienes al rato activaron el aparato. Había pasado más de media