PRUEBA: 1.000 KILOMETROS CON LA ISUZU D-MAX.
Esta pick-up, es un fijo para muchos usuarios. La marca es líder en varios mercados y si no está más implantada en nuestro país, es por ser modelo único en el catalogo de 4×4, quedando el resto de gama reservada a vehículos industriales. Hemos tenido una para rodar durante bastantes kilómetros.
Comenzamos nuestro recorrido con bastante carga en el cajón trasero, dos ocupantes y equipaje. En vías rápidas, el vehículo se comporta de forma noble y es muy agradable de conducir. Los asientos son cómodos aunque hay que poner un pero. El hecho de que tenga dos guanteras de generoso tamaño, hace que la inferior moleste en las rodillas del ocupante del asiento delantero derecho. No será con todas las morfologías, pero en nuestro caso era incomodo. No obstante el interior da sensación de bien En carreteras comarcales, son problemas, la ultima evolución que sufrió el tren delantero, se ha traducido en un mejor guiado, trasmitiendo mucha más confianza. El tren trasero, absorbe bien las irregularidades, y pese a que vamos cargados, no se producen rebotes en los baches.
Nuestro destino para circular fuera del asfalto son pistas en los alrededores de Molina de Aragón, y la finca de Masía Pelarda. En el primer caso, nos gusto el comportamiento cargado, siendo más nervioso al circular en vacio, pero va realmente bien. Nos mediatizó bastante el hecho de que nuestra unidad llevara incorporadas estriberas laterales, lo que nos quitaba altura libre y nos hacia tomar precauciones en algunos pasos. Otro factor a tener en cuenta era que llevábamos los neumáticos que equipa el vehículo de serie, enfocados totalmente al asfalto. Echamos en falta, sobre todo en vacio que tuviera bloqueo de diferencial trasero, ya que en cuanto una rueda queda en el aire se pierde bastante capacidad de tracción. En zonas complicadas solo el Angulo ventral y de salida, son más generosos de los deseado, lógico es una pick-up con buen espacio de carga. El consumo medio estuvo alrededor de los nueve litros
