Es algo que venimos comprobando desde hace algunas temporadas, pero ahora es bien patente. Las diferencias entre todo terrenos convencionales y buggies ligeros es evidente, pero hay un aspecto, el peso que los hace completamente dispares en cuanto a sus posibles prestaciones. Un detalle poco tenido en cuenta es el comportamiento a la hora de vadear en la que los pequeños prototipos salen muy bien parados. Hasta ahora no hemos tenido las pruebas graficas para poderlo transmitir. En la cita portuguesa la buena cantidad de vadeos han sido perfectos para poder comprobarlo.
En la primera serie de imágenes, el Mini de José Luis García-Samanta Montiel, atraviesa con las lógicas dificultades un generoso paso de agua. Llegar rodar con el equilibrio entre cautela y velocidad y salir esperando que la mecánica soporte el cambio de temperatura sin mostrar la más mínima avería. Todo normal. Dos toneladas tiene la culpa. La cantidad de combustible a bordo también influye. Pero vamos a ratificar la diferencia abismal de vehículos a la hora de atacar el mismo tramo.
En la segunda en el sitio exacto con escasos minutos de diferencia, el Can Am de Armindo Araujo-Luis Ramalho, supera por «aquaplanning» la misma superficie sin apenas hundirse, con la consiguiente ganancia de tiempo y menor castigo de la mecánica. Menos de la mitad del peso de un todo terreno colabora. Hay hasta diferentes técnicas para hacerlo como cruzar el buggie levemente antes de abordar el vadeo para que el peso no recaiga en los dos ejes o dar un ultimo golpe de acelerador antes de entrar en el agua para que el morro se levante unos pocos centímetros respecto de la zaga.