La travesía, que se extendió a lo largo de 110 kilómetros, concentró a 16 coches y 50 aficionados procedentes de las provincias de Córdoba y Málaga.
Texto y fotos: Elena Llano
La Asociación Todoterreno Valle del Guadiato realizó su III Ruta turística y fotográfica 4×4 a través de las pistas de Peñarroya-Pueblonuevo, Belmez, Villanueva del Rey y Espiel, en la que consiguieron una participación de 50 aficionados, provenientes de las provincias de Córdoba y Málaga, distribuidos en 16 vehículos. La travesía, de 110 kilómetros de extensión, ha sido patrocinada por el Complejo de Ocio Víctor y Tere, desde donde se ha iniciado y finalizado la ruta; y el Albergue Municipal de Espiel, en el que se realizó una de las paradas de descanso. El trayecto se caracterizó por un frío intenso, que disminuyó conforme pasaban las horas; por unos caminos estrechos y pedregosos, enmarcados por encinas y olivos; y la escasez de humedad en el terreno, que ralentizó la ruta por la gran cantidad de polvo que los vehículos generaban al pasar. No obstante, la ruta se realizó en el tiempo previsto y no contó con ningún incidente, por lo que los dispositivos de Protección Civil y Cruz Roja que acompañaban al convoy no tuvieron que actuar.
El punto de partida de la ruta, a medio camino entre las localidades de Peñarroya-Pueblonuevo y Belmez, tomó dirección El Entredicho. El convoy atravesó la localidad belmezana y, como manda la tradición, lo hizo bajo el hilo musical de las bocinas de los 16 vehículos. El trayecto siguió una vía bastante seca, pero deleitó a los participantes con unas vistas espectaculares del Castillo de Belmez y una breve parada en el Dolmen de la Casa de Don Pedro que, pese al frío, nadie quiso perderse. Tras la breve pausa, los vehículos se pusieron en marcha a través del Cerro de las Cañas, caracterizado por su terreno rocoso, sus sendas estrechas y la majestuosidad de la flora, que se mostraba más verde que nunca. En este pedazo del Valle del Guadiato se ubican las Casas de Aguayo, del Collado de la Cruz y de la Huerta, aunque las construcciones no se hallaban cerca de la senda. Luego de un pequeño tramo de carretera comarcal, el conjunto de vehículos volvió a adentrarse en la sierra, concretamente a través de Los Prados, La Pizarra y El Horcajo, tomando el camino La Colada, donde la pista dio cierta tregua con respecto a la anterior. La vegetación cada vez se tornaba más densa y de un verde vidrioso. Asimismo, la abundancia de cortijos, los coches con los que el grupo se cruzó y los viandantes que salpicaban el camino supusieron un cambio drástico con respecto a la senda anterior.
Unos almendros en flor se toparon en el camino de la caravana de todoterrenos y, como si de una advertencia se tratase, la pista volvió a cambiar. La vía volvió a ser empedrada y bacheada y de una inclinación considerable. Tanto era así que parecía más una ruta de escalada. No obstante, mereció la pena puesto que, desde ahí arriba, parecía que la sierra se postraba a los pies de los aficionados. A esta variación repentina le siguió un tramo de carretera comarcal -la que une Villanueva del Rey con La Jarilla y Puerto el Toro-. Pero, como todo lo que sube debe bajar, haber ascendido hasta los 700 metros de altura -casi el máximo de la zona- supuso que la senda se convirtiera en una bajada en zigzag, que le otorgó dinamismo. Los olivos enmarcaban el camino, que era pronunciado y con curvas. A partir de aquí, la vía mantuvo cierta constancia, con sus cortos y poco pronunciados repechos; la sequedad del camino, y el polvo que ello generaba; y la flora de un verde intenso, salpicado por infinidad de pequeñas flores en tonos blanquecinos y amarillentos. La última pista que los vehículos atravesaron antes de llegar a Espiel fue la de Las Abejeras, desde la que se podía divisar la Sierra del Castillo y el pantano de Puente Nuevo, cuyas aguas se teñían de un azul intenso, casi hipnótico. Allí, los aficionados hicieron una breve pausa para admirar las ruinas de uno molinos romanos que aún se conservan en bastante buen estado y continuar hasta la localidad de Espiel, donde se realizaría un descanso para tomar un tentempié.
La parada en el Complejo Rural de Espiel no se prolongó más de media hora. Tras ello, la caravana de vehículos tomó rumbo al Puerto de Calatrabeño, que es un camino bastante llano al principio, pero empinado, empedrado y con curvas pasado el tramo inicial. El grupo volvió a alcanzar casi el máximo de altura de la zona. Seguidamente, la ruta continuó por un tramo de carretera comarcal y, tras ello, tomó un camino recién arreglado que, si bien no estaba asfaltado, casi lo parecía. No obstante, fue un tramo interesante desde el punto de vista turístico, ya que los participantes pudieron descubrir varias minas de plomo de este Valle de los Pedroches: las minas Las Morras y Los Soldados. Estos yacimientos, que comenzaron a ser explotados por los romanos, contrastaban con el verde intenso de la superficie sobre la que se levantaban. El camino, que no volvió a sufrir mayores modificaciones salvo alguna que otra subida o bajada leve o algún tramo algo más bacheado, rodeó al Cerro del Moro. Los tonos se tornaron hacia un marrón otoñal y la postal se colmó de pinos secos infestados de orugas. Las rocas volvieron a tomar protagonismo en un nuevo y breve sendero que nació de la nada a espaldas de Peñaladrones, lugar de anidación para buitres y alimoches, dos tipos de ave carroñera. Este parecía haber estado alquitranado pero que, por el trasiego, había quedado muy deteriorado. La recta final fue más relajada. Con el paisaje rocoso propio de Sierra Morena al fondo y un verde brillante colmando la flora, los vehículos tomaron dirección Peñarroya-Pueblonuevo, dejando a lo lejos la localidad de Belmez y circulando a través de Los Mestos y La Charca de los Patos, donde un vehículo quedó brevemente atrapado por el barro. El broche final del itinerario fue la breve ruta que los todoterreno hicieron a través de la localidad peñarriblense, para después volver al Complejo de Ocio Víctor y Tere, donde los asistentes disfrutarían de un almuerzo representativo de la zona. La actividad se desarrolló en el tiempo estimado, a pesar del polvo, que obligaba a mantener una mayor distancia entre vehículo y vehículo. Aun así, y a pesar de la temperatura, la ruta fue dinámica y el día soleado regaló a los participantes espléndidas postales de la Sierra Norte de Córdoba.