Estamos ante un vehículo con posibilidad de circular con tracción total, hasta ahí como muchos del mercado, pero que goza de un valor añadido muy importante a la hora de moverse fuera del asfalto. Su peso supera por muy poco la tonelada. Lo hemos probado para ver como se desenvuelve.
Se trata de la terminación Cross Twin con motor de gasolina de 900 centímetros cúbicos, y 95 caballos de potencia. Luce un atractivo color azul eléctrico que no pasa desapercibido. Exteriormente, los detalles como las barras de techo o los aletines en los pasos de rueda, denotan su vocación campera.
Facilidad de acceso en todas las aperturas, el motor tiene un buena accesibilidad a la hora de llevar a cabo labores mecánicas. El maletero es más aprovechable de lo que pudiera parecer en un principio y alberga en su fondo la rueda de repuesto, de galleta pero por lo menos tiene. Subirse al coche desde cualquier puerta no es difícil aunque tres adultos en el asiento trasero irán más que apretados.
A bordo, todo bien. La instrumentación justa, pero suficiente, fácil de ver y más sencilla de utilizar. Los acabados son correctos y el tacto de los materiales agradable. Los asientos son cómodos aunque se echa en falta algo más de apoyo lumbar. Nos movemos. En tráfico urbano, seremos los reyes, por tamaño cabemos en cualquier sitio y los más radicales serán capaces de aparcar en batería en los espacios para hacerlo en fila.
Pese a las reducidas dimensiones, tienen sensores de aparcamiento, algo bien pensado para que no seamos muy optimistas a la hora de maniobrar y queramos meterlo donde realmente no cabe. En vías rápidas nos moveremos bien, aunque siempre intentando usar marchas largas, ya que el motor resulta algo rumoroso. En tramos más virados o carreteras de montaña, el buen tarado de suspensiones permite rodar a buen ritmo sin inclinaciones de carrocería.
Llegados al punto de rodar fuera del asfalto, repasamos los datos más importantes del modelo. Buenos ángulos característicos, 24ºx34ºx21º (ataque, salida y ventral) 15, 8 centímetros de altura libre, 76 de profundidad de vadeo, neumáticos cuatro estaciones, que sin ser específicos para el monte tienen buen agarre, protección de cárter metálico y 1179 kilogramos de peso.
Con esos datos, muchos modelos de mayor envergadura y pretensiones, quedan en evidencia. Además vamos muy cerca del suelo, por lo que también podemos presumir de un buen centro de gravedad. Activamos la rueda en la posición de circular en modo 4×4 y nos metemos en una pista en buen estado. Va como un tiro, mejor aun si el tramo es virado en donde este Panda Cross está en su salsa, se puede llevar un ritmo muy alto por lo ligero y manejable que es.
Si nos metemos en problemas, rodando en caminos más rotos deberemos tener en cuenta que ese tarado más bien firme, nos hará notar más las irregularidades del terreno, pero podremos pasar sin más agobios. Su anchura de vías permite circular sin caer encajado en las roderas de otros todo terreno. Las zonas trialeras son también su territorio natural. Cualquier paso se supera con mínima inercia y en las bajadas el control de descensos funciona. Los pasos estrechos o las zonas con vegetación, le convierten en el rey de la excursión.
De serie va bien, pero se pueden cambiar los neumáticos de origen 185/65R15 (hay una opción de fabrica más estrecha 175/65R15) por unos más agresivos e incluso subir una medida hasta los 185/70R15 que nos permitiría subir en más de un centímetro la altura libre. Se trata en definitiva de un modelo muy digno, perfecto para la nieve, pero muy capaz en el monte, eso sí, con el espacio justo.
Devolvemos el vehículo rozando los 1100 kilómetros recorridos, con un consumo medio, de 5,8 litros, algo menos de un litro de los que anuncia el fabricante, pero por rimo y uso, en el que el hecho de gastar poco no nos preocupó nos parecen una cifra más que correcta.
LA OPINIÓN DE ANTONIO NADAL*.
Aprovechando nuestro desplazamiento hasta Masía Pelarda para hacer el reportaje de este Fiat Panda quisimos saber las impresiones de una de sus cabezas visibles sobre el modelo. Tras moverse por la finca abordando alguna que otra trialera y exprimir en lo posible el coche, nos resume la experiencia.
“Me agrada el coche. El poco peso es básico para atreverse con muchos pasos complicados. Me gusta la posición de conducción. Me ha resultado cómoda la posibilidad no solo de apoyar el pie izquierdo en el reposapiés sino también el hecho de que se puede apoyar la rodilla derecha en la consola con lo que el pie de ese lado queda también controlado. La altura del pomo del cambio es perfecta y todos los mandos son claros y legibles. Algunos se quejaran de que son espartanos, pero su tamaño me gusta y además se ven fáciles de limpiar si usamos el coche de forma intensiva en el monte ya que no hay recovecos. El motor empuja lo suficiente, y cuando abres el capo, la mecánica queda muy a la vista algo que es de agradecer en los tiempos que corren en los que las marcas apuestan por tapar todo lo que puedan. En marcha, me ha gustado el tacto de la dirección, más directa de lo que podría parecer, y la eficacia de los sistemas de ayuda a la conducción fuera del asfalto. Cumplen lo que prometen. En lo negativo, creo que después del esfuerzo del fabricante por ofrecer un vehículo con posibilidades a la hora de circular por caminos, montando incluso una caja de cambios de seis marchas, sería deseable una primera más corta que la de origen y que el control de descensos fuera aun más restrictivo con la velocidad. Tampoco me ha gustado que la de repuesto no sea una rueda equivalente a las que monta”.
*Antonio Nadal es uno de los responsables de Masía Pelarda, empresa dedicada al todo terreno de forma especializada, tanto en su vertiente lúdica como docente y divulgativa. Es uno de los pocos expertos que dedica el 100% de su tiempo al mundo del 4×4 y todo lo que le rodea.