El fabricante en esta tercera generación del modelo, se ha alejado en algunos aspectos del concepto original, afilando la línea de la carrocería que es ahora más baja aparentemente y más turismo y lo que es peor, no dispone de versión 4×4. Aun así es armonioso y atractivo y recuerda a sus hermanos mayores de gama. Ahora además, se ha optimizado su capacidad en autonomía y prestaciones.
Detalles en negro y también cromados, gustaran a un mayor abanico de clientes finales. La carrocería bicolor también acentúa su atractivo y puede presumir de estar tan bien cuidado en diseño como otros Opel de más empaque.
El interior es limpio, en cuanto a diseño y con buenos materiales, destacando unos asientos más envolventes de lo que nos encontramos habitualmente. No todos los interruptores son digitales lo que se agradece y cuenta con una pantalla de 10 pulgadas.
Los traseros tienen su espacio en contra de lo que por el tamaño exterior pudiera preverse.
El maletero cubica 310 litros, algo menos que las versiones convencionales por aquello de las baterías que ocupan espacio. Es algo justo pero acorde con el tamaño del Mokka.
En cuanto al motor este anuncia 136 caballos y una autonomía superior a los 300 kilómetros.
En marcha es agradable para todo. Mínimos ruidos y eficacia total, con las prestaciones que dan los eléctricos en cuanto a aceleración y agilidad. El tamaño, es perfecto para el tráfico urbano.
Muy equipado y con ayudas a la conducción, se convierte en un perfecto aliado en nuestros desplazamientos por la urbe.
El precio de este Opel arranca por encima de los 40000 euros, cifra considerable, pero la electrificación sigue teniendo su costo. A cambio tendremos un vehículo muy resultón, moderno y con autonomía suficiente para la vida diaria en los núcleos urbanos, su elemento natural.
En el monte, perdiendo facultades.
No es un coche pensado para salir con ganas del asfalto, sobre todo al desaparecer la versión 4×4, pero por altura libre las pistas y los caminos en buen estado serán abordables para nuestro Mokka.