Texto y fotos: Vicente Plédel y Marián Ocaña.
La expedición Ruta Gengis Khan, en su largo camino hacia Mongolia, ha surcado Ucrania, un país dolorosamente dividido pero repleto de enclaves espectaculares. Ucrania es un país muy singular y está viviendo desde el año 2014 un decisivo y gran cambio histórico. Hace tan solo 3 años todas las televisiones del mundo se llenaban de las violentas imágenes de los vehementes y mortales enfrentamientos en las calles de la capital, Kiev. El país estaba en llamas. Cuando nos levantan las últimas barreras en la frontera, penetramos en Ucrania y esas turbadoras imágenes enseguida se disipan. En poco tiempo constatamos que la paz más absoluta reina en el centro y oeste del país. Pero nadie olvida a los caídos, hay continuos homenajes a las más de diez mil personas fallecidas en tan sólo tres años. Son «números de guerra», no de «disturbios». No nos pudimos acercar al este ni a la península de Crimea, las milicias pro-rusas controlan esos territorios y de esta zona partió el misil ruso que derribó el avión de pasajeros de Air Malasia, matando a 298 personas, entre pasajeros y tripulantes. El propio ejército ruso también se encuentra muy presente tras su invasión y ya que ha perdido para su causa un país independiente y libre como Ucrania, ha arañado unos pedazos muy significativos, como la estratégica península de Crimea. El partido pro-europeo gobierna, el país se ha volcado hacia occidente y están superando su pasado comunista y de caudillaje soviético. La apertura es tal que ya no necesitamos visado para ir a Ucrania y el propio seguro de coche español es válido. En el interior del país, toda la tierra está cultivada, los paisajes verdes y las granjas se suceden. Infinitos campos de cereales, vegetales y viñedos nos rodean durante cientos y cientos de kilómetros. Por algo los soviéticos consideraban a Ucrania «su granero». En medio de ese manto esmeralda aparecen impresionantes complejos monásticos y pequeñas iglesias, de cuya hospitalidad pudimos disfrutar al permitirnos pernoctar en sus recintos. En contraste con esas islas de paz, muchas colinas lucen orgullosas espectaculares castillos medievales que recuerdan, como sigilosos testigos, su apasionado y valeroso pasado que les enfrentó a mongoles, cosacos, soviéticos… que siempre han codiciado su estratégico territorio.
El país está inquietantemente dividido entre pro-europeos y pro-rusos pero sus tres principales ciudades se encuentran muy tranquilas. La bellísima Odessa, que a veces nos hacía sentir en París, es la “Perla del Mar Negro” con su impresionante arquitectura, sus jardines y un puerto de primer orden mundial. La romántica Lviv, elegante y acogedora. Y la capital, Kiev, cosmopolita y dinámica. Y todas ellas han sido una sorpresa impactante pues compiten en belleza, atractivos y entretenimiento con las capitales más bellas del resto de Europa y se encuentran muy lejos de los conflictos que siguen hostigando el otro lado del país. El cambio climático, como en el resto del planeta, se nota en las terribles y repentinas tormentas que en pocos segundos nos atrapan y que nos impiden ver las carreteras tras el manto de agua. Las temperaturas son mucho más frías de lo normal para estar en pleno mes de julio… y las acampadas nocturnas en nuestra tienda-techo tenemos que hacerlas dentro de los sacos de alta montaña que llevábamos para usarlos por Siberia y Mongolia… pero que ya hemos comenzado a usarlos… en pleno verano. Nuestro próximo destino…Bielorrusia. Es muy difícil conseguir su visado y además tiene muchas restricciones, fijando de forma inamovible el día de entrada y salida. Pero ponemos rumbo a este nuevo y desconocido país con grandes expectativas. Toda esta ruta se puede seguir por Facebook en @RutaGengisKhan y en la página web www.ruta-imperios.com Facebook= @RutaGengisKhan – https://www.facebook.com/RutaGengisKhan/