No importa el modelo ni la antigüedad, con cualquier Porsche es posible vivir una gran aventura. El Director de la revista Curves, Stefan Bogner, lo ha demostrado recientemente en un viaje de 3.500 kilómetros por la Patagonia con dos Cayenne de primera generación, que ya forman parte del catálogo de Porsche Classic. Todo comenzó en el preciso instante en el que se eligieron los coches para este viaje a través de la espectacular y agreste región de América del Sur. Los dos Cayenne, que ya sumaban más de 130.000 kilómetros en sus odómetros, estaban a punto de emprender un recorrido por la Carretera Austral desde Puerto Montt (Chile) hasta Ushuaia (Argentina). Los dos SUV montaban llantas y neumáticos para uso todoterreno. También estaban equipados con portaequipajes, tienda de techo, estribos laterales y protectores de bajos, todos ellos pertenecientes a la gama de accesorios Porsche Tequipment
Rumbo al este. Si bien el objetivo final era llegar a la ciudad más austral del continente americano, la expedición partió hacia el este para adentrarse en Bariloche, población argentina íntimamente ligada a la historia de la propia Patagonia. Tras salir de Puerto Montt, la ruta bordeó Llanquihue, el primero de los muchos lagos de diferentes colores que separan los dos países. A los pocos minutos, la caravana se detuvo para escuchar el rugir de las cataratas de Petrohué y disfrutar de sus aguas azules bajo la mirada silenciosa del volcán Osorno. Las curvas de la carretera en la cordillera de los Andes y los paisajes estremecedores de los parques nacionales Puyehue, Nahuel Huapi y Perito Moreno marcaron un inicio de viaje único, no solo para los expedicionarios sino también para los dos Cayenne, que a pesar de su edad se integraban a la perfección en el dramático escenario de fondo. Los 290 CV (213 kW) de potencia y 385 Nm de par que ofrecen sus motores V6 de 3.6 litros fueron suficientes para afrontar los caminos con total solvencia. Aunque en 24 horas no es posible conocer a fondo la “Suiza argentina”, sí da tiempo a disfrutar del lago Nahuel Huapi, visitar el Cerro Catedral y comer un asado de cordero patagónico, chocolates artesanales o los famosos alfajores con dulce de leche. Una copa de vino tinto local es también obligada. Montañas cubiertas de nieve y fiordos grises En el camino de regreso a Puerto Montt, la expedición fue recibida por un cielo plomizo, producto de la constante evaporación de las aguas del Pacífico combinada con las frías temperaturas de los Andes.
Con este panorama, algo de lluvia y el graznido de las gaviotas que continuamente pescan en el puerto, los dos Cayenne afrontaron la Ruta 7, también conocida como Carretera Austral, una de las más llamativas del mundo por los extraordinarios paisajes que atraviesa. En menos de 50 kilómetros, los coches llegaron a La Arena, desde donde fueron transportados en ferri a través del fiordo de Reloncaví antes de continuar hacia el sur. Grandes masas de agua y montañas de nieve estuvieron presentes en todo el camino. En Cholgo, el convoy se subió a otra embarcación, esta vez con destino a Pillán, en un viaje de tres horas acompañado de vientos helados, a pesar de ser verano. Tras otro tramo de carretera, los vehículos tomaron un tercer ferri en la desembocadura del río Reñihué antes de volver a la Ruta 7. Las sombras que genera el volcán Michinmahuida de 2.450 metros de altura estuvieron presentes durante los últimos kilómetros antes de llegar a la ciudad de Chaitén, donde tocó hacer una parada para descansar durante la noche. En Chaitén confluyen varios ríos sinuosos de aguas frías, donde abundan los salmones y las truchas. Se extienden a través de verdes valles y desembocan en grandes bancos de arena en la escarpada costa del Pacífico. La ciudad, azotada en mayo de 2008 por la erupción del volcán que lleva el mismo nombre, alberga hoy a unos 700 habitantes y ha perdido el vigor que tenía cuando vivían más de 5.000 personas antes de la avalancha de lodo y lava que la sepultó. Al salir de Chaitén, los neumáticos todoterreno del Cayenne pisaron con determinación la grava de le la Carretera Austral. El pico blanco del volcán Corcovado observaba el paso de los deportivos de Stuttgart desde una altura de 2.300 metros. A unos 45 kilómetros aparecieron las aguas de color verde esmeralda del lago Yelcho. Sus 116 km de superficie obligan a la Carretera Austral a abrirse paso hacia el oeste. Para atravesar el lago Yelcho hay que cruzar un viejo puente colgante, cuyos pilares de hormigón deteriorado por el paso del tiempo sostienen los cables oxidados de un tramo que apenas rebasa la anchura de una camioneta. Cruzar las aguas oscuras supone llegar al fin de la civilización. En este punto la expedición se convirtió en una verdadera aventura, donde la naturaleza manda. Los tramos embarrados que hacen patinar las ruedas, los socavones en mitad de la pista y la grava interminable hacen que esta parte del recorrido parezca un rallye. Sin embargo, los coches solventaron la ruta sin problema alguno.
De hecho, en este punto, el equipo recordó que entre 2006 y 2008 el Cayenne participó en el Rallye Transsyberia, donde compitió contra otros coches durante más de 10.000 km entre Berlín y el lago Baikal en Rusia. El ritmo de vida en esta región del Pacífico es lento. Dicen sus pocos habitantes que “el que se apresura en la Patagonia pierde el tiempo”. Por ello, parte de la expedición se desvió hacia el oeste para visitar el fiordo Piti Palena, mientras otros disfrutaban de la pesca en los lagos o de actividades como el rafting, el kayak o el avistamiento de delfines y ballenas. También había excursiones a caballo y termas de agua caliente para el relax. Piti Palena es un buen lugar para saborear una sopa cremosa de almejas o comer tiras de pescado frito tipo espagueti con guarnición de patatas. También es un entorno adecuado para abrir la tienda de techo de Porsche Tequipment y dormir bajo las estrellas en total silencio. Al día siguiente, los dos Cayenne retomaron la Ruta 7 y continuaron su camino hacia el sur. La espesa vegetación seguía presente y las piedras del camino continuaron castigando los bajos de los coches. La llegada al valle del río Cisnes supuso un alivio temporal con la aparición de una vía pavimentada. Cada vez más cerca de Tierra del Fuego, la expedición hizo una pausa para pasar una noche en Coyhaique, una ciudad de casi 60.000 habitantes que parece una metrópolis en medio de la nada.
Lagos espectaculares y ríos de origen glaciar Tras otro merecido descanso el camino continúa, de nuevo por la cordillera de los Andes, donde la grava vuelve a azotar las protecciones inferiores y laterales de los coches. Los espectaculares lagos y ríos de origen glaciar, con sus aguas verdosas y azuladas, también reaparecieron en el largo tramo hasta Cochrane. Después de tomar un desvío hacia el fiordo Tortel, la ruta se dirigió hacia el sur, cruzando la frontera entre Chile y Argentina. En este punto apareció el majestuoso Cerro Torre, de 3.133 metros de altura, con sus cumbres blancas. El viaje prosiguió durante horas y horas con paisajes majestuosos que, no obstante, resultaban muy parecidos todo el camino. Fue en este momento cuando apareció el glaciar Perito Moreno y rompió la monotonía. Su hielo blanco azulado, de cinco kilómetros de longitud frontal y hasta 60 metros de altura, descansa en la parte sur del Lago Argentino. El crujido de esta masa congelada y el colapso de una de sus capas le recordaron al equipo la amenaza constante del calentamiento global. Con esta imagen en la mente, el convoy prosiguió por la vasta pampa argentina, cuyo paisaje es casi lunar.
Caminos de grava y pavimentados llevaron a los dos Cayenne de regreso al Parque Nacional Torres del Paine, en Chile. Al ver las montañas que se elevaban a más de 3.000 metros sobre los lagos helados, era fácil entender por qué los nativos se referían a ellas como las “torres de cielo azul”. Sus cumbres graníticas llaman la atención porque adoptan las tonalidades gris, ocre, rojo anaranjado, marfil, plata y blanco brillante. Dejando atrás las “torres”, los dos Cayenne pusieron rumbo a Puerto Natales por la Ruta 9 antes de continuar hasta Punta Arenas, en el Estrecho de Magallanes, donde el camino se extiende casi sin fin por un terreno suavemente ondulado. De repente surgió la Laguna de Cabeza de Mar como un primer saludo al Océano Atlántico. Un canal en el norte de esta gran masa de agua conduce a la laguna Verdana, más pequeña, que está conectada con el Estrecho de Magallanes por un pasaje de aproximadamente tres kilómetros de largo. El estrecho, que tiene una longitud de algo menos de 600 km y une los océanos Atlántico y Pacífico, fue descubierto por el navegante portugués Fernando de Magallanes en 1520.
La planta piloto de e-fuels Haru Oni Unos kilómetros más al sur, se movían las palas de un aerogenerador conectado a varias plantas industriales. Se trata de la planta piloto de e-fuels Haru Oni, donde Porsche y varios socios están desarrollando el combustible sintético que, junto con los coches eléctricos, forma parte de la estrategia de des carbonización de la marca. Al salir de la planta de e-fuels y tomar el ferry que une Punta Arenas con Porvenir a través del Estrecho de Magallanes, el olor a carburante de los motores de la embarcación dejó claro que no solo los coches necesitan buscar formas alternativas de propulsión. Y si bien ahora no es posible fabricar barcos o aviones con motores eléctricos, los combustibles sintéticos sí podrían ser una gran solución para esas industrias. Los dos Cayenne desembarcaron y comenzaron la última etapa de su aventura, que los llevaría de regreso hacia Argentina, al lugar que reclama el título de ciudad más austral del continente americano. El cartel de la entrada lo deja claro: “Ushuaia, fin del mundo”.