Primeras impresiones sobre el último modelo japonés.
Mitsubishi lleva trabajando 60 años en vehículos de propulsión eléctrica. La compañía además de automóviles, fabrica todo tipo de aparatos industriales.
Esto les permite acumular un tremendo bagaje a la hora de poner en el mercado lo último en híbridos. Con este vehículo, lo han conseguido. Han partido de un modelo al que no se le han adaptado sistemas alternativos al motor de explosión, algo a lo que está recurriendo la competencia. En el nuevo Outlander se pensó en esta versión desde su concepto, albergando espacio para baterías y motores a lo largo de las zonas bajas. Mecánicamente, mantiene un motor de explosión que cuando se necesita se encarga tanto de recargar las batería como de mover el propio vehículo. Lo nuevo viene de la adopción de un inversor de corriente (para transformar la corriente alterna que recibe del exterior en continua), de un generador, y de dos motores eléctricos. El sistema hace que el Outlander aumente 300 kilogramos de peso respecto de las versiones convencionales, pero como el nuevo modelo ha “adelgazado” 100 sobre su predecesor, el aumento de peso no es excesivo.
Exteriormente, no hay apenas diferencias respecto de sus hermanos de gama, la existencia de dos tapas para el repostaje y los logotipos específicos son las únicas modificaciones. A bordo, lo primero a comentar es que al ser una unidad directamente traída de Japón, lleva el volante a la derecha. El cuadro de mandos y la pantalla del navegador, reflejan multitud de datos instantáneos sobre la situación en la que se encuentra el coche, Dos botones junto a la palanca de cambios permiten o forzar una mayor capacidad de recarga o hacer que el vehículo funcione con mayor ahorro de energía.
En marcha, aparte del escaso ruido exterior y mucho menos interior, no se echa nada en falta, como no sea que no se oye al Outlander, cambiar de marcha. Las prestaciones, son buenas, con una aceleración progresiva que parece no tener fin. Ágil como el que más, permite un rodar excelente. Fuera asfalto, mejor, ya se puede uno meter en zonas prohibidas a los motores de explosión, ya que el vehículo tiene una autonomía puramente eléctrica de más de 50 kilómetros y nos podríamos permitir una ruta de lo más ecológica. En carretera, se pueden rozar los 900 kilómetros de autonomía, y hacer que nuestro consumo baje de los 2 litros de combustible cada 100 kilómetros. Uno de los secretos de este Mitsubishi es la total ausencia de trasmisiones o cadenas mecánicas, ya que la velocidad se consigue de forma totalmente eléctrica sin rozamientos. Por concepto nos parece todo un acierto, y ya estamos deseando una unidad de las definitivas para nuestro mercado, circunstancia que debería producirse antes del verano, cuando llegue a los concesionarios de nuestro país. Cuando esto suceda, el precio del PHEV supondrá una subida de alrededor del 10% respecto de los acabados de motor de explosión mas equipados.