Plaza es sin duda uno de los pilotos más longevos de la disciplina y lógicamente, es de los que más oportunidades nos ha dado de probar sus vehículos de competición. En esta ocasión se trata de un coche que por encima de su palmarés deportivo, tiene historias paralelas curiosas.
Acababa de vender al maño Jesús Salas su prototipo Nissan construido por Tecnosport, y lo había sustituido por el que ilustra el reportaje. Se trataba de una estructura multitubular con carrocería de Suzuki XL y motor BMW V-8, caja de cambios Sadev, suspensiones Ohlins…
Lo había llevado a cabo por José Luis León, responsable de Tot Curses, que se preparó con idea de participar en el Dakar 2004. El aragonés afincado en Gerona, había sido responsable de muchos vehículos, tanto de serie como prototipos y ya era sin duda una referencia en el sector.
El vehículo, se mostró competitivo, ya que con un enjambre de coches oficiales inscritos, se encontraban cómodamente clasificados tras las etapas marroquíes de la carrera entre los diez primeros. Tan solo se quejaban de falta de velocidad punta, ya que solo alcanzaban los 184 kilómetros por hora.
En pleno ataque por mejorar su clasificación, volcaron hacia delante en una duna cortada en medio del desierto mauritano, noticia que entro por los ojos no solo a los aficionados, sino al público en general.
Todavía están presentes en la mente de muchos, las imágenes de su copiloto Jesús Moran, sonriente por naturaleza, desencajado hablando con la asistencia por el teléfono satelital con el coche patas arriba en las noticias de deportes del telediario de la televisión estatal.
Una vez de vuelta se reparo con intención de llevar a cabo el certamen nacional y es cuando pudimos conocerlo de cerca. Exteriormente se había retocado la parte posterior del techo tras el vuelco y poco más. Tot Curses trabajo en soluciones muy probadas, además de tener simplicidad, buena accesibilidad mecánica y no ganar mucho peso.
Para rodar con el vehículo, nos dirigimos a la zona habitual donde se llevan a cabo las prólogos de la carrera conquense, que tenían en aquellos años y más concretamente en esos días camiones de gran tonelaje moviendo tierras para preparar el crecimiento y urbanización posterior del ensanche de la capital castellano manchega.
Plaza, tras llevar a cabo las fotos estáticas y explicarnos los pormenores de funcionamiento, avisándonos de que el motor tenia detectada una avería ( tenia ya uno nuevo para su sustitución) por lo que le quedarían pocos kilómetros de vida, ¡desapareció! Su afán de probarlo todo, le hizo hablar con los conductores que pasaban con sus gigantescos dumper para que le dejaran conducirlo y no paró hasta conseguirlo.
Directamente, nos abandono. Nosotros a lo nuestro, comprobando que estábamos ante uno de los coches más avanzados de la época, de los que se construyeron dentro de nuestras fronteras bien pensado, sencillo y rápido. Muy conscientes de lo que se nos había dicho del propulsor, rodábamos sin forzar y cambiando con suma cautela.
Cuando le habíamos cogido el tranquillo, y rodábamos con más confianza, el coche súbitamente se paró. Los presagios se habían cumplido y el motor se había detenido definitivamente. Pasado un buen rato, Manolo se bajo de segundo camión que había probado y se nos acerco sonriente. “Te lo dije”, nos espetó.
Posteriormente el XL7 vivió una nueva etapa, con carrocería pick-up, y completamente pintado de amarillo, con la que ganó incluso una edición del Montes de Cuenca.
Lo que nos extrañó siempre es que se pida haber callado y dejarnos hacer la prueba ocultándonos la avería, lo que no hubiera supuesto un susto morrocotudo, y más conociendo las dotes bromistas del piloto conquense, de las que hemos sido víctimas en alguna ocasión. Pero eso será otra historia…