La carrera ha vivido una edición cuando menos peculiar. Desde la organización, se pretendió bajar el ritmo de la cabeza y evitar la “información privilegiada” sobre el recorrido de cada especial. A la hora de la verdad, poco se ha cumplido. Pese a que se complicó la navegación con el rutometro digital y la entrega del mismo justo antes de la salida cada mañana, las velocidades altas siguen ahí, y los despistes también. Se volvieron a vivir escenas de confusión a la hora de acertar con el rumbo correcto entre los participantes. Esto en los tiempos en los que los coches eran más toscos y lentos era el día a día de la carrera, pero ahora con prototipos de prestaciones brutales ha tenido sus detractores. El rutometro digital está pensado para que los cartógrafos de los equipos no puedan avanzar a los deportistas datos sobre lo que se iban a encontrar y es lo único que se ha podido desarrollar aunque también debe de pulirse. La limitación de neumáticos, que parecía tener mucho que decir se anulo justo antes de arrancar y las etapas que tenían algo más de kilometraje permitían asistencia en los reagrupamientos. En la maratón, a ultima hora se permitió la entrada de autocaravanas. Para más inri, el corto kilometraje de la mayoría de especiales permitía llegar a los primeros a meta a última hora de la mañana sin haber tenido que madrugar. Carlos Sainz y Lucas Cruz, han sufrido más de lo previsto. Desde el asiento izquierdo, el número de pinchazos ha sido más elevado de lo deseado y desde el de la derecha, los errores de navegación, han costado su tiempo. El Mini dorsal 300 ha sido el más rápido, pero las circunstancias le han obligado a conformarse con el tercer escalón del podio. Brillante Nani Roma, que ha gestionado muy bien situaciones más que adversas. Estrenaba el BRX, toda una incógnita ya que no había competido jamás. Para acabar de complicar las cosas, Daniel Oliveras daba positivo por Covid poco antes de que arrancara la carrera, por lo que el francés Alex Winocq sería el navegante, lo que suponía peor comunicación en la tripulación y un lógico tiempo de adaptación. Con una actuación cerebral y demostrando que el Hunter de BRX tiene posibilidades serias de ser competitivo al más alto nivel, Joan se ha clasificado quinto de la general, con bastantes etapas acabando entre los diez primeros. La Toyota de Alex Haro era conducida por el sudafricano Giniel de Villiers. Alex, ha llegado a ganar etapas demostrando su competitividad pero también ha sido de los que más pinchazos ha sufrido. Los prototipos 4×4 han batido records de cantidad de gomas cambiadas. El octavo lugar en meta a buen seguro no les ha dejado satisfechos. Isidre Esteve-Txema Villalobos, tenían intenciones según el piloto de meterse en el “top ten” final con n su Hilux, pero han estado a diario en una zona inferior de la clasificación a la que ellos pensaban podían optar. Especiales metidos en el tráfico y una avería en el grupo delantero a poco del final, les han retrasado. Por lo menos han quedado entre los treinta primeros (28º). Manuel Plaza, ha demostrado que es el que más oficio tiene. Su buggie es veterano y ha sabido sacarle el jugo. No ha tenido excesivos problemas, pero tampoco ha podido demostrar su valía. Mónica, su hija en el asiento de la derecha, se curte a marchas forzadas y por segundo año le recomendamos al conquense participar en camión y así poderse llevar a Marta la pequeña, para que no se quede de sufridora en casa. Con un Toyota que ya había participado en la carrera, re-hecho en su taller de Águilas y con la única intención de acabar, los hermanos Rodríguez Borja y Rubén, han conseguido su propósito de acabar la carrera. Siempre han rodado en la cola del pelotón, sin asumir riesgos, pero han representado a una raza que parece estar en vías de extinción, el privado que participa con un coche con la preparación justa y los medios justos. Los buggies ligeros han tenido un ritmo y castigo continuo, circunstancia que han pasado factura a los nuestros en forma de abandonos o retrasos, aunque ha quedado clara la competitividad con victorias y podios de etapa. Todos los que han alcanzado la meta lo han conseguido con un Can Am. José Antonio Hinojo-Diego Ortega, en inferioridad de condiciones respecto de las estructuras oficiales han hecho lo que han podido y no ha sido poco. Llegando a ser cuartos en una especial y siendo los mejor clasificados de los nuestros con un séptimo puesto en la meta final. Gerard Farres-Armand Monleón, han padecido varios días de fallos eléctricos que dejaban a su vehículo con la velocidad limitada, con lo que ello supone, otro día dañaron seriamente su mecánica al enrollar su tren trasero con una alambrada parcialmente enterrada, su competitividad quedo clara al estar a punto de ganar tres etapas, clasificándose en meta en el umbral de los diez primeros siendo undécimos por muy poco. Fernando Álvarez-Antonio Gimeno, han hecho una carrera inteligente para la nula experiencia del piloto con este tipo de vehículos. Su progresión diaria ha sido continua y sin dejar de remontar han terminado en un destacado puesto decimocuarto. Gael Qeralt al que copilotaba el argentino Juan Silva, tampoco ha tenido sosiego y desde averías hasta un vuelco han vivido dos semanas movidas. Han llegado al podio final vigésimo cuartos. Otro equipo que ha sufrido con las averías, ha sido el formado por Juan Miguel Fidel-Víctor González, ya que la electrónica les ha mortificado desde el principio. Eso y alguna avería con sus transmisiones han acabado con las posibilidades de destacar. Su consuelo ha sido conseguir acabar clasificados entre los treinta primeros. (27º). En un nuevo ejercicio de «maestro», Rafael Tornabell copilotando al debutante italiano Ferdinando Brachetti, acabo trigésimo septimo. Mucho sufrimiento para Pablo Olivas-Raúl Ortiz, prudentes toda la carrera, quienes a falta de una etapa sufrieron el mayor